La pandemia del coronavirus nos asoló hace dos años y desde entonces son muchas las personas que han empezado a valorar como se merece a la Sanidad Pública. Esa gran olvidada que se ha merecido todos los aplausos habidos y por haber en los últimos meses. Ellos fueron los que se partieron la espalda, luchando contra un enemigo invisible y mortal con el único escudo de una bolsa de basura en el mejor de los casos.
Es bonito recordar como, durante el confinamiento, cada tarde a las 20 horas todos salíamos a nuestros balcones para aplaudirles e insuflarles ánimo. Una bocanada de aliento ante la dura batalla que estaban librando. Estos héroes en vez de llevar capa, llevan bata. Pero del aplauso no se come. Estos profesionales necesitan que les dote del material adecuado para poder trabajar con la seguridad necesaria. Tanto por ellos mismos como por los pacientes. Otra necesidad es que, por supuesto, cobren lo que es debido.
Protección ante el virus
Desgraciadamente, todo parece apuntar que las pandemias van a ser cada vez más frecuentes. Es por ello que los hospitales y demás centros sanitarios deberían estar dotados de EPIS y todas las herramientas imprescindibles. Urge contar con material para poder atender una situación de emergencia como esta. En marzo y abril de 2020 los hospitales estaban más que saturados. Con pacientes COVID en los pasillos, con médicos y enfermeros contagiándose por la falta de medios de protección. Mientras, la sociedad veía ojiplática como iban muriendo cientos y cientos de personas sin que en los hospitales pudieran hacer prácticamente nada.
También faltaban medios paliativos. Los respiradores fueron uno de los grandes protagonistas de aquellos albores de la pandemia. En aquellas semanas, nuestros mayores fueron relegados a la cola frente a los jóvenes por la escasez de esta herramienta. Un artilugio hasta entonces casi desconocido y que tantas vidas ha salvado en los últimos meses. Toda una generación, de la que todavía nos quedaba mucho que disfrutar y aprender, se marchó ante nuestros ojos sin que sus familiares pudieran acompañarles en sus últimos momentos. Tampoco pudieron darles un entierro digno.
Muertes en pandemia
Una situación durísima, que sólo conoce bien aquel que la sufrió. Que fallezca tu padre o tu madre y no poder despedirte es algo terrible. Además, añádele que tampoco tienes la oportunidad de darle sepultura, porque la misma enfermedad que lo ha matado lo impide. Es catastrófico y un auténtico fracaso global. Algo así no debería haber sucedido. Nadie merece ser enterrado como si del más apestoso de los animales se tratara. Igual que el resto de nosotros, son personas humanas.
Gente que tiene maridos, mujeres, hijos, hijas, hermanos, hermanas, nietos y nietas. En algunos casos, incluso bisnietos y bisnietas. Merecen un respeto. Por todo lo que hicieron por sus familias y también por su país, en el que lucharon de forma pacífica para conseguir derechos. Ellos han de recibir más homenajes que muchos cargos públicos a los que se despide con pompa y boato. Ellos hicieron de este país lo que es y a ellos se lo debemos. Las injusticias siempre suelen sacar lo peor de nosotros y esta es una de ellas. Algo terrible que debería tener consecuencias.
Sólo cabe esperar que nuestros gobernantes hayan aprendido al menos mínimamente de lo sucedido con la pandemia del coronavirus. Que los errores sirvan para que podamos afrontar con mejores garantías sanitarias y de seguridad una situación parecida. No merecemos volver a estar encerrados en casa por su incompetencia. Tampoco hemos de volver a ver como menosprecian y tiran a la basura a nuestros mayores como si de fruta ya podrida se tratara. Reforcemos y mejoremos siempre la Sanidad Pública.