El president de la Generalitat Valenciana, Ximo Puig, ha anunciado que «muy pronto» arrancará la vacunación masiva de la cuarta dosis de la vacuna contra el coronavirus. Puig ha señalado que se aprovechará la temporada de gripe para iniciar este proceso y preparar el invierno.
Puig ha adelantado que el Consell convocará a los expertos en las próximas fechas para analizar la evolución de la pandemia en la Comunitat Valenciana. La esperanza está empezando a primar en el pensamiento general en lo relativo a esta pandemia. Una desgracia que lleva casi tres años atormentándonos. Después de dos años las UCIs valencianas están registrando sus niveles más bajos de ingresos por covid desde el inicio de la emergencia sanitaria.
Los inicios de la pesadilla
En marzo de 2020 nos asaltó un enemigo invisible del que no sabíamos nada. Lo único conocido es que llegaba desde China, concretamente desde la ciudad de Wuhan. Además, se estaba extiendo por todo el planeta de una manera rápida y explosiva. Todo esto puso en alerta a la OMS y a los gobiernos de todo el Mundo. En Europa, rápidamente se declararon confinamientos. Algo histórico que privó a las personas de un derecho natural como es el de la libertad de movimientos.
No podíamos salir de casa y el mundo se había parado. Una situación que no dejaba de asombrarnos, aunque poco a poco íbamos acostumbrándonos a ella. También llegaron a nuestras vidas las mascarillas, esos pequeños artilugios que nos privaban de ver lo más bonito de una persona, su sonrisa. La pandemia ha hecho que casi llegáramos a olvidar el rostro de nuestros familiares, amigos o compañeros de trabajo. Sin duda, una situación nada deseable que hemos tenido que sortear de la forma en que mejor hemos podido.
Lo más duro del confinamiento fue no poder cuidar y estar con nuestros mayores cuando más vulnerables se sentían. Al no poder salir de casa no podíamos hacerles la compra o llevarles diariamente la comida y la cena. Sólo podíamos hablar con ellos por teléfono o por videollamada. Cualquier otro tipo de interacción estaba totalmente prohibida. Algo totalmente injusto y que provocó un gran sufrimiento a millones de personas.
Toque de queda y restricciones
Una vez ya estábamos des confinados, nos encontramos con que muchos bares, restaurantes y comercios se encontraban cerrados. Las restricciones y los toques de queda se impusieron en todo el país, alterando una vez nuestras costumbres. No podíamos ir a tomar algo después de trabajar ni a cenar los fines de semana. Todo cerrado. Te quedabas en casa o te quedabas en casa. No había otra.
El ocio nocturno fue uno de los sectores que más sufrió los rigores de la pandemia y las restricciones. Las discotecas permanecieron cerradas casi medio año, para desesperación de todos sus clientes. Los hosteleros se veían desbordados, impotentes y superados ante una situación de la que no tenían ninguna culpa. Los gobiernos, tanto el central como los autonómicos, no paraban de prometerles ayudas que nunca llegaban. Mientras, su situación se iba agravando.
En un intento de volver a la normalidad pero sin que se notara mucho, se instaló el pasaporte Covid. Ese documento en el que quedaba constancia de que nos habíamos vacunado contra ese bicho que amenazaba con cambiar nuestra vida para siempre. Ahora, con toda la cautela del mundo, podemos decir que el coronavirus se ha gripalizado y la tan ansiada normalidad, sin el escamante «nueva» delante, ha llegado por fin. Fiestas populares y festivales de música han vuelto este verano a la Comunitat Valenciana para disfrute de todos sus vecinos y visitantes. Esto ha vuelto a ser un verano en condiciones en el que hemos disfrutado sin límites ni restricciones.