Los jóvenes lo tenemos infinitamente difícil para acceder a una vivienda debido a las continuas crisis económicas que nuestra generación ha ido encadenando. La mala situación económica y social parece no tener fin y nuestra emancipación parece imposible. La independencia, para nuestra generación, parece casi una utopía. Vivimos, y vamos a vivir, infinitamente peor que nuestros padres y nuestros abuelos.
En un programa de televisión, la periodista Elisa Beni aseguró que los jóvenes no nos comprábamos una casa porque preferimos gastar nuestro dinero en tomar una cerveza. Y siento decir que no es así. No por tomarnos una cerveza el sábado con nuestros amigos nos quedamos sin casa. Nos quedamos sin casa porque los precios no paran de subir. A eso hay que sumarle que nuestros trabajos son cada vez más precarios y que los sueldos están por los suelos.
Generación de cristal
Tampoco es justo que nos llamen la «generación de cristal» por ser sensibles, especialmente vulnerables o sufrir más problemas de salud mental. Cuando las dificultades que estamos teniendo que atravesar son tremendas creo justo pedir un poco de empatía. Mi generación ve cada día en las noticias como dejan claro que no tenemos futuro. La ansiedad nos acecha cada día al ver que no vamos a poder tener una vida digna.
No es justo. Nos nos merecemos eso. Igual que nuestros padres y nuestros abuelos, merecemos un bienestar que las actuales condiciones nos está negando. Debemos poder elegir nuestro futuro y tener un lugar independiente donde pasar nuestra vida adulta. Merecemos la estabilidad que sí se les brindó a otras generaciones que, ganando menos de lo que ganamos algunos de nosotros, accedieron fácilmente a una vivienda.
En casa de mamá, ya se dice, siempre se está bien, pero cierto es que también queremos tener nuestro espacio. La emoción y la ilusión de comprar todo lo necesario para nuestro pisito, decorarlo a nuestro gusto… También invitar a los amigos a cenar para inaugurar nuestra nueva morada es uno de los mejores recuerdos de juventud que se pueden tener.
La actual casuística global nos está privando de todo esto, lo que hace que nuestra vida quede paralizada por quién sabe cuánto tiempo. Es como si hoy en día la juventud sobrara, como si no hubiera sitio para nosotros. Somos importantes y somos el futuro. Aunque vienen tiempos difíciles, los jóvenes siempre estaremos luchando por tener un mejor porvenir.
Crisis económica y social
La situación económica social e internacional hacen que el futuro de las siguientes generaciones sea tremendamente incierto. Las perspectivas económicas son paupérrimas y ahora que sumar una crisis energética con la que no contábamos. La guerra de Ucrania ha hecho que todos miremos con temor al próximo invierno. Con el precio del gas por las nubes, muchas familias se preguntan si podrán calentar sus casas.
El coste de la vida no para de subir, mientras que los sueldos o se estancan o, en muchos casos, bajan. En estas condiciones es imposible poder formar una familia y tener una vida como la que tuvieron nuestros padres o nuestros abuelos. Es muy triste darte cuenta de esta realidad que nos atormenta a los jóvenes cada mañana al levantarnos. Simplemente queremos poder vivir igual que lo hicieron nuestros antepasados, algo que visto visto se antoja imposible.
Que nadie te haga sentir culpable por querer tomarte algo con tus amigos siempre que te apetezca, cuando son un mundo de circunstancias ajenas a ti las que hacen que tu situación sea la que es actualmente. Ojalá la situación mejore en los próximos años y todo el estrés y la incertidumbre que está atravesando nuestra generación se disipe.